viernes, 5 de junio de 2015

Hay que tener cojones para sanar

Estoy segura que hay que tener cojones para sanar. Es cierto, pasé por momentos miserables, vamos quien no se derrumba cuando la seguridad de la pareja desaparece? Una parte mía no se lo esperaba, aunque si estaba preparada. No se si es el famoso sexto sentido de la mujer o la ingenua honestidad de la contraparte con su actitud que lo delata. A vista y consideración del mundo alrededor éramos la pareja perfecta. Perfectamente armoniosos, perfectamente tranquilos, perfectamente cómplices, perfectamente unidos por casi una década. Sin embargo, en la intimidad, había algo que había empezado a deteriorarse hace ya un buen tiempo. No sé en qué momento exacto empezó para mi, no se cuál fue el momento preciso que me empecé a dar cuenta de mi infelicidad, pero no amenizó el golpe y porrazo que se avecinaba a pasos agigantados. Nunca me crucé frente a la puerta negándole partir, no me interpuse entre su felicidad y mi desdicha. Dejé de lado todo sentimiento egoico de querer retener. Cuando alguien se quiere ir porque retenerlo? No somos dueños de otros, no somos posesiones, y si alguien necesita seguir su proceso de vida por otro lado, eso también implica que algo mejor y necesario, para el propio proceso, está ad portas.

Por supuesto que hice preguntas, por supuesto que indagué, pero en realidad fue fútil ya que la contraparte solo daba respuestas nebulosas y nada asertivas, así que dejé de preguntar ya que la confusión del otro no ayudaba en nada. Entendí que las mejores respuestas vendrían con el tiempo, era hora de soltar el apego a esta persona y sanar. Porque claro que hubo apego, no lo asumo con orgullo, sino con completa noción de que no era una relación entre adultos. Me dediqué a ver el lado positivo de toda la situación, durante el duelo que siempre va en espiral. Cómo era experiencia buena para mi evolución, cómo ahora tenía que hacerme aún más cargo de mi misma y mis procesos internos.

Hay que tener cojones para sanar. Hay que nadar, sumergirse, ahogarse, tocar fondo y volver a nacer después de empaparse con todas esas sensaciones, sombras, dolores y ataduras a viejas concepciones que ya no tienen lugar en el aquí y el ahora. Hay que tener cojones para no caer en la victimización y la culpabilidad, y apuntar con el dedo al “otro” que no cumplió su parte del tratado cuando en realidad, uno también lo venía quebrantando. Cuando algo se rompe es para bien, por más doloroso que sea, por más compleja y difícil que se sienta la situación en ese instante, siempre es para mejor, ya que hay algo en nosotros a lo que le tenemos que prestar atención. Hay algo que necesita madurar y evolucionar que no tiene lugar para emerger en compañía con ese otro. Mejor fluir, sonreír y también llorar y patalear pero sin culpabilidad, sin juzgar.  Mejor fluir con la Vida y sonreír, ya que quien se va está cediendo su espacio amablemente a quien ahora le toca llegar y tomar ese espacio.  Por esto y mucho más…hay que tener cojones para sanar.

PD: Y si entremedio te caes, y te caes y te vuelves a caer tomas vuelo y vuelves a subir a tu Unicornio. Las equivocaciones no nos definen, son parte del camino, y el que diga lo contrario se merece una marca de herradura rosada en todo el trasero. Ok?

Con amor,
K

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